En un momento de desesperación y enojo con el mundo, ya saben, problemas sentimientales; me pongo a pensar que Dios no existe realmente o si existe pero es un completo cabrón. Estoy leyendo un libro llamado "El espejismo de Dios", y creanme que no puede tener más razón. Es fácil con solo ver como el mundo se mueve para entender que hay algo malo con las religiones.
Yo por mi caso, puedo entender eso fácilmente por experiencias personales, soy una persona que ha intentado ser buena toda su vida, hacer lo correcto, hacer caso, ayudar a todos, y así lo he hecho toda mi vida, nadie puede decir alguna vez que no fui bueno; y a pesar de ello, parece que el destino se burla en mi cara con sus mas atroces acciones. Hoy me destrozaron el corazón, a pesar de que yo tenía fé, de que creí en un momento en que sería posible que al fin fuera feliz; pero no, de nuevo el destino goza dandome las cosas casi en la mano para arrebatármelas en un instante y dejarme mal.
¿Si Dios existiera no dicen las religiones que debería de compensar al bueno y castigar al malo? ¿Donde está eso? En todos mi años de vida, con todas mis experiencias nunca he podido ver en persona uno de esos finales de películas donde el malo es castigado y el bueno tiene su fiel recompenza, siempre sucede mal, siempre el malo tiene todo lo que tiene y el bueno, por ser bueno, queda mal. Es por esta razón, que hoy me quejo, porque Dios no existe, y si existiera, sería el ser mas cabrón de todos, jugando con nosotros y con nuestros destinos, y riendose a carcajadas desde su aposento. Puede que piense así por la situación que estoy pasando, pero creanme que incluso, sin estar en situaciones difíciles, aún en momentos donde estoy feliz y alegre he llegado a pensar eso.
¿Si Dios existiera es él el que deja que miles de niños se mueran de hambre? Algunos me pueden decir que todo tiene un propósito, pero que me digan ¿que propósito puede ser tan grande como para hacer sufrir de tales maneras a tanta gente en el mundo? Simplemente es una manera absurda de pensar, y ahora que, por millonésima vez el destino parece burlarse de mis buena intensiones, no me queria quedar con mi boca cerrada, o en este caso, con mis manos quietas.
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